LA MEDICINA DEL PRESENTE

lunes, 16 de noviembre de 2009

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El pitido incesante, monótono, aburrido y sin lucidez alguna al otro lado del teléfono, desconectó mi mente hacia un rumbo marcado por mis simples pensamientos.



Pensamientos que volaban más allá de las cuatro paredes de una oficina sin dueño. Pensamientos que, rebuscando en mi interior, se asustaban ante la tentadora pasión de una mirada. Se asustaban ante la similitud de cualquier cosa, de cualquier palabra, incluso de cualquier opinión, por muy rara y disparatada que pareciera.



Se asustaban...pensamientos que se asustaban, sí, pero que se aferraban con terribles fuerzas y carentes de flaqueza a un capítulo que se presentaba suculentamente tentador.



Y es que estábamos demasiado acostumbradas, ella y yo, a leer otros demasiados capítulos donde las demás eran las protagonistas, incluso de protagonizar escenas, en muchas ocasiones, sin sentido. Quizás porque la incompresión de un entorno algo más que austero se rendía ante nosotras.


Miles de folios blancos e impolutos se presentan ante ti, ante mí. Ansiosos de nadar entre palabras. Palabras desconocidas en un principio.



Yo tengo mi lápiz particular...sujeta el tuyo...




...porque demasiada soledad nunca fue buena en repetidos sueños...